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miércoles, 19 de noviembre de 2025

👁️ LA MUERTE ANUNCIADA DE LA POLICIA DE TRANSITO MAS CORRUPTA DEL PAIS 👀

-:- En realidad se terminará la 40? -:-

#Cancun #adiosalamordida #ustedicecomolehacemosjoven
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Por Luis Mis-Gato Maya🐾

Pues al fin alguien tuvo el valor de decirlo en voz alta: sí, Quintana Roo tenía —y digo “tenía” con optimismo espiritual— la policía de tránsito más corrupta del país. No lo digo yo, lo dijo la gobernadora. Yo sólo maúllo lo evidente.

Porque durante décadas, nuestros honorables agentes de Tránsito fueron unos verdaderos artistas: capaces de inventar infracciones más rápido que un gato puede treparse a la mesa.

“Es que venía muy rápido… muy lento… no me saludó… me vio feo”. Todo era motivo de multa o de “arreglo”. Una creatividad digna de Bellas Artes, pero aplicada al bolsillo del ciudadano.

Mara Lezama anunció la muerte de Tránsito con una solemnidad casi poética, un funeral que nadie lloró. Yo hasta esperaba minuto de silencio… pero nadie lo pidió, quizá porque ningún quintanarroense extrañará a un cuerpo que confundió la autoridad con la cacería de bolsillos.

El MOBI, nos dicen, es una “transformación histórica”. Y yo quiero creerlo. De verdad. Me encantaría vivir en un estado donde el agente no te pida “para el refresco”, ni te haga el clásico examen ocular de corrupción: ver tu cartera en vez de tus documentos.

Ahora tendremos radares que multan sin hablar. Una maravilla. Porque si algo nos fallaba en Quintana Roo no era la tecnología, era la tentación. Un radar no tiene antojo de Coca-Cola, ni urge por “cooperaciones voluntarias”.

Claro… siempre quedará la duda de quién controla el radar. Ya sabemos que en México hasta la tecnología aprende malas mañas si se junta con las personas adecuadas. Pero bueno, démosle el beneficio de la duda.

Por lo menos el aparato no puede abrir la ventanilla y decir: “¿cómo le ayudamos, joven?”.

El gobierno presume que los nuevos agentes de movilidad no tendrán contacto con los automovilistas. ¡Aleluya! Quizá ahora sí podamos manejar sin el constante miedo de que una patrulla nos rebase, se nos pegue como mosca y nos invente una tragedia vial para justificar la mordida.

Decía la gobernadora que el 81% de la gente desconfía de Tránsito. ¿De verdad solo 81%? Yo quiero conocer al otro 19% para estudiarlos científicamente.

Porque confiar en Tránsito es como confiar en un mapache para cuidar la comida.

El MOBI se vende como la salvación: autobuses modernos, rutas ordenadas, pagos digitales. Todo suena bien. Suena tan bonito que hasta parece Europa… pero con calor. El problema es que en México sabemos que muchas cosas “nacen perfectas y se corrompen rápido”. Como aguacate bonito en el súper: lo ves verde, sano, prometedor… lo compras y llegando a casa ya se pudrió.
Ojalá MOBI no sea el aguacate de la movilidad.

Aquí sí vale la pena preguntar, con el sarcasmo que el momento amerita: ¿Dónde estaban todos cuando Tránsito se volvió sinónimo de extorsión?, ¿por qué hasta ahora?.

Porque ya sabemos que algunos gobiernos pasados tenían una relación tan cercana con la corrupción que si fuera persona, la habrían invitado a vivir en Casa de Gobierno.

Pero bueno, celebremos que al menos hoy alguien reconoció el problema, lo llamó por su nombre y anunció su funeral.

La muerte de Tránsito no elimina la corrupción de un plumazo. Pero sí elimina la herramienta favorita del extorsionador: el contacto directo. Y eso, mis queridos lectores, ya es ganancia.

Lo demás dependerá de que no nos durmamos. Porque si dejamos todo en manos del gobierno, la corrupción se disfraza, cambia de peinado y vuelve. Hay que vigilarla como gato hambriento frente a un plato de comida.

El MOBI no es sólo un nuevo nombre. Es la oportunidad de romper una cadena de abusos que nos raspó el bolsillo y la dignidad por décadas. Es, si todo sale bien, la posibilidad de manejar sin el pánico de ver luces azules en el retrovisor.

Hoy, por primera vez en mucho tiempo, Quintana Roo intenta avanzar. Y yo —el Gato Maya— estaré aquí, observando desde la azotea, listo para maullar si algo huele raro.

Porque movernos no sólo es desplazarnos: es dejar de vivir agachados ante la corrupción. Y si este cambio realmente camina, entonces sí: que viva el MOBI… y que Tránsito descanse en paz.

#AdiósALaMordidarealidad se terminará la 40? -:-
#Cancun #adiosalamordida #ustedicecomolehacemosjoven
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Por Luis Mis-Gato Maya🐾

Pues al fin alguien tuvo el valor de decirlo en voz alta: sí, Quintana Roo tenía —y digo “tenía” con optimismo espiritual— la policía de tránsito más corrupta del país. No lo digo yo, lo dijo la gobernadora. Yo sólo maúllo lo evidente.

Porque durante décadas, nuestros honorables agentes de Tránsito fueron unos verdaderos artistas: capaces de inventar infracciones más rápido que un gato puede treparse a la mesa.

“Es que venía muy rápido… muy lento… no me saludó… me vio feo”. Todo era motivo de multa o de “arreglo”. Una creatividad digna de Bellas Artes, pero aplicada al bolsillo del ciudadano.

Mara Lezama anunció la muerte de Tránsito con una solemnidad casi poética, un funeral que nadie lloró. Yo hasta esperaba minuto de silencio… pero nadie lo pidió, quizá porque ningún quintanarroense extrañará a un cuerpo que confundió la autoridad con la cacería de bolsillos.

El MOBI, nos dicen, es una “transformación histórica”. Y yo quiero creerlo. De verdad. Me encantaría vivir en un estado donde el agente no te pida “para el refresco”, ni te haga el clásico examen ocular de corrupción: ver tu cartera en vez de tus documentos.

Ahora tendremos radares que multan sin hablar. Una maravilla. Porque si algo nos fallaba en Quintana Roo no era la tecnología, era la tentación. Un radar no tiene antojo de Coca-Cola, ni urge por “cooperaciones voluntarias”.

Claro… siempre quedará la duda de quién controla el radar. Ya sabemos que en México hasta la tecnología aprende malas mañas si se junta con las personas adecuadas. Pero bueno, démosle el beneficio de la duda.

Por lo menos el aparato no puede abrir la ventanilla y decir: “¿cómo le ayudamos, joven?”.

El gobierno presume que los nuevos agentes de movilidad no tendrán contacto con los automovilistas. ¡Aleluya! Quizá ahora sí podamos manejar sin el constante miedo de que una patrulla nos rebase, se nos pegue como mosca y nos invente una tragedia vial para justificar la mordida.

Decía la gobernadora que el 81% de la gente desconfía de Tránsito. ¿De verdad solo 81%? Yo quiero conocer al otro 19% para estudiarlos científicamente.

Porque confiar en Tránsito es como confiar en un mapache para cuidar la comida.

El MOBI se vende como la salvación: autobuses modernos, rutas ordenadas, pagos digitales. Todo suena bien. Suena tan bonito que hasta parece Europa… pero con calor. El problema es que en México sabemos que muchas cosas “nacen perfectas y se corrompen rápido”. Como aguacate bonito en el súper: lo ves verde, sano, prometedor… lo compras y llegando a casa ya se pudrió.
Ojalá MOBI no sea el aguacate de la movilidad.

Aquí sí vale la pena preguntar, con el sarcasmo que el momento amerita: ¿Dónde estaban todos cuando Tránsito se volvió sinónimo de extorsión?, ¿por qué hasta ahora?.

Porque ya sabemos que algunos gobiernos pasados tenían una relación tan cercana con la corrupción que si fuera persona, la habrían invitado a vivir en Casa de Gobierno.

Pero bueno, celebremos que al menos hoy alguien reconoció el problema, lo llamó por su nombre y anunció su funeral.

La muerte de Tránsito no elimina la corrupción de un plumazo. Pero sí elimina la herramienta favorita del extorsionador: el contacto directo. Y eso, mis queridos lectores, ya es ganancia.

Lo demás dependerá de que no nos durmamos. Porque si dejamos todo en manos del gobierno, la corrupción se disfraza, cambia de peinado y vuelve. Hay que vigilarla como gato hambriento frente a un plato de comida.

El MOBI no es sólo un nuevo nombre. Es la oportunidad de romper una cadena de abusos que nos raspó el bolsillo y la dignidad por décadas. Es, si todo sale bien, la posibilidad de manejar sin el pánico de ver luces azules en el retrovisor.

Hoy, por primera vez en mucho tiempo, Quintana Roo intenta avanzar. Y yo —el Gato Maya— estaré aquí, observando desde la azotea, listo para maullar si algo huele raro.

Porque movernos no sólo es desplazarnos: es dejar de vivir agachados ante la corrupción. Y si este cambio realmente camina, entonces sí: que viva el MOBI… y que Tránsito descanse en paz.

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